martes, 7 de abril de 2020

Brazil Ep 1 – A barraca do Amor



Brazil (sic) es el título de una de las mejores películas de Terry Gillian, inspirada en 1984 de George Orwell. Se trata de un canto a la lucha por la imaginación y la libertad de pensamiento. He pensado que era el título ideal para esta serie de breves pinceladas de mi viaje a Brasil en estos tiempos de confinamiento. 

Justo en estas fechas, a caballo entre Marzo y Abril, hace ahora un año andaba yo por Brasil, por primera vez en mi vida, en un viaje familiar y sin tablas. Resulta que mi hermana y mi cuñado tienen una casita en Pipa, a hora y media en coche de Natal, en el estado de Rio Grande do Norte, y llevaban muchos años (15?) insistiendo en que fuera a pasar unos días allí; con o sin ellos. Al final cuadraron vacaciones y me fui a Pipa un par de semanas acompañado de mi hermana y de la morena.

Antes de partir estuve valorando si llevarme o no una tabla de surf. Al final decidí dejarlas en casa pues estaba seguro de que allí donde fuera, a pesar de que Pipa es más un destino de kite que de surf, encontraría algo para alquilar. Y así fue. Los que me salvaron fueron los dos chavales que regentaban el puesto de socorrismo, alquiler y escuela de surf (sí, todo en uno) de Praia do Amor. Los garotos da barraca da Praia do Amor.

El primer día de nuestra estancia mi hermana nos llevó a Praia do Amor, y a la morena y a mí nos encantó, especialmente la visión que se tiene de la misma desde arriba del acantilado, justo al salir del bosquecito donde puedes dejar el coche si llegas pronto, y antes de empezar a bajar los escalones que te conducen a la arena. Praia do Amor no es la playa principal de Pipa, ni la más concurrida pero, en mi opinión, sí la más hermosa. Se encuentra justo detrás del cabo que acoge el núcleo urbano de Pipa, y durante las dos semanas que estuve allí parecía recibir bastante más oleaje que las otras playas que visité.




Y allí abajo, ya en la arena y un poco a la izquierda de donde te dejan los escalones, convenientemente separado de la línea de chiringuitos y hamacas (que solo ocupan la parte septentrional de la playa) se encuentra la barraca de los locales de la Pipa. Esta no deja de ser un techo sobre cuatro troncos, sin paredes y relleno a partes iguales de viejas tablas de surf para alquilar o dar clase y la ropa y demás enseres que los locales dejan cuando van al agua. Siempre que fuimos a Praia do Amor alquilé allí una tabla, no siempre la misma y casi siempre muy echa polvo, hasta tal punto que solo vernos llegar a la playa uno de los dos garotos que regentaba el puesto ya venía a proponerme la tabla que había surfeado la última vez. Por supuesto siempre acepté, ¿qué otra cosa iba a hacer cuando había olas simpáticas, un sol de justicia y no me esperaban en ningún lugar?... así que acabé pasando muchas horas en esa playa, tanto en el agua como fuera.




Antes de explayarme sobre los dos chavales que regentaban la barraca do amor, verdaderos protagonistas de esta historia, permitidme unas breves líneas sobre el surf en la playa del mismo nombre. En las dos semanas que estuve en Pipa fui a Praia do Amor un buen puñado de días. A veces a pasar el día entero y otras solo unas horas. Nunca lo vi sin olas pero tampoco lo vi nunca perfecto. Las mejores olas rompían en el centro e izquierda de la playa, más o menos donde la barraca de los locales, y generalmente rompía mucho mejor de izquierdas y con la marea alta. Las olas eran rápidas, orilleras, sobre fondo de arena y la corriente tenía tendencia a desplazarme hacia el sur. También salía alguna derecha, pero pocas e iban todavía más rápidas. El mar nunca estuvo muy limpio y el viento solo molestaba por la tarde. Solo un día estuvo muy justo para surfear pero tampoco lo vi con olas de más de 1m. Los chavales locales solían acercarse a surfear por la tarde, y la verdad es que se hacía difícil coger una ola en el pico principal a esa hora. Había muchos chavalines que andaban de lujo y la orientación de la brisa de la tarde era perfecta para hacerse aéreos en las izquierdas. Lo ideal pues era cuando la marea alta coincidía por la mañana, pues rompía mejor, sin viento… y con mucha menos gente. Dicho esto no vi ningún mal rollo, varios niños compartían una misma tabla y cuando dos locales se saltaban una ola o intentaban un maniobrón todos los demás reían o aplaudían. Un surf muy social, como el que todos los que llevamos mucho años parafa en mano recordamos con nostalgia. Quizá esta estampa no coincide con esa imagen de paraíso surfístico que todos anhelamos tras ver tantos vídeos y fotos de tubos de ensueño sobre agua cristalina y olas que rompen como cremalleras, pero tuve buenos baños, en un entorno muy bello, en un agua muy caliente y relativa calma. Y desde luego con mucho mejores olas que las que esperaba encontrarme antes de salir de casa.




Pero todo esto a los protagonistas de nuestra historia les importaba bien poco. Ellos ya habían surfeado muchas veces esas olas, ya habían alquilado muchas tablas a surfistas de paso como un servidor y habían visto muchos aéreos de los chavales (y no tan chavales) del pueblo. Ellos eran los dignos herederos de los beach boys de Waikiki, buscaban una presa más grande y jugosa, su particular Moby Dick: la turista anglosajona, preferentemente mochilera y que viaja sola o con una amiga. Y así es como un día, cómodamente instalado en la tumbona a la sombra, con la morena a mi lado y la tabla al otro, un coco en la mano y una novela barata en mi regazo, pude observarles en acción.

Nuestros dos garotos -piel cobriza cubierta de tatuajes, pelo largo rizado quemado por el sol, extremadamente delgados y con una eterna sonrisa en la cara- vieron llegar de lejos a las dos chicas canadienses y a su sombra. Entre los tres no sumaban 75 años. Ellas con algunos kilos de más (o de menos, todo depende de los gustos de cada uno y del objetivo de quien los lleve encima), largas melenas convertidas en un amasijo de trenzas, piel blanquecina enfundada en sendos conjuntos de playa con adornos tribales/tropicales y sandalias de río Teva en los pies. Risueñas y con ganas de juerga. Él, por su estampa deduzco que hijo de un leñador canadiense de origen noruego, gran devorador de hamburguesas y demás comida basura, enfundado en otro conjunto de moda playera tropical, las seguía un par de pasos por detrás, como un poco a su pesar y no sin despertar cierta lástima. Tardaron poco los garotos da barraca do Amor en convencer a nuestros tres turistas de la idoneidad de tener su primera experiencia encima de una tabla de surf… allí y en aquél momento. Rápidamente equipados con sendas lycras, dos minimalibús y un tablón/portaaviones, tras las selfies de rigor -ô tempora, ô mores!- las dos chicas se fueron al agua acompañados por nuestros dos garotos. Mientras, y durante las dos horas que duró la clase de surf, el amable bonachón quedaba solo expuesto a la furia y los embates del oleaje, haciendo múltiples trayectos por la orilla desde donde la corriente le había arrastrado y sin haber logrado ni siquiera coger una espuma tumbado.




Qué ocurrió en el agua entre sus dos amigas y los dos garotos? Nunca lo sabremos, porque lo que pasa en el agua se queda en el agua, pero lo cierto es que en noches sucesivas me lo encontré vagando solo por las calles de Pipa, siempre enfundado en su conjunto veraniego tropical, arriba y abajo la preciosa calle principal del pueblo... mientras que sus dos acompañantes pasaron a formar parte, al menos durante unos días, del mobiliario humano de la barraca do amor.



- “Y la iguana de la foto?” 
- "Nada, amor, una iguana que se paseaba por ahí y le hice una foto." 
- "Por la Praia do Amor? No la vi." 
- "No, en otra playa…" 
- "Y entonces… por que has puesto esta foto aquí?" 
- "Esto… esto es otra historia, morena."

1 comentario:

Fran dijo...

Que tal Niega!
Estupendo el texto, por momentos me he sentido allí...jeje Llevo tanto tiempo sin sentir el sol que esas fotos (¡geniales!) casi me han hecho sentir la caricia que provoca el calorcito.
Lo dicho, un gustazo el post.
Por cierto, creo que el "1984" de Orwell se esta quedando en un juego de niños...
Venga, saludos!