miércoles, 11 de noviembre de 2009

Like a rolling stone




Partir. Es el sueño de muchos. Liberarse de las obligaciones diarias y volver a empezar lejos. O no tener domicilio fijo y, cual Peter Troy, Naughton, Peterson y muchos más descubrir todo lo que nos queda por ver, todas las olas que nos quedan por surfear. No hace falta ir físicamente lejos para alejarse de la rutina, todo está en la mente... pero está claro que los mares del Sur tienen un encanto especial en nuestra imaginación.





Y si no que se lo pregunten a Liz Clark. Esta joven (29 años) surfista californiana lleva más de tres años surcando los atolones del Pacífico Sur a bordo de su velero Swell. Sola. Llevo un par de años siguiéndole a través de sus blogs, ora en Wetsand, ora en Wend, así como actualizaciones en The Tin Shed de Patagonia. Ultimamente ha protagonizado uno de los capítulos de Dear and Yonder (peli dirigida por Tiffany Campbell, la esposa de Thomas Campbell) y, curiosamente, en menos de un mes leo dos artículos sobre su vida, aventuras y viajes tanto en la Surfer como en la Surfer's Journal. Reconozco que me he convertido en fan suyo y que sus relatos me provocan una envidia enorme.

Da la casualidad que quien firma el artículo sobre Liz Clark en la Surfer no es otro que Christian Beamish, editor de la Surfer's Journal a ratos y otro abonado a las aventuras marítimas. En su podcast Tres octavos para la eternidad narra su intento de navegar, con una pequeña embarcación de vela fabricada por él mismo, a lo largo de Baja California. Una aventura más doméstica que la de Liz, si cabe, pero no por ello menos exenta de peligros. Algunos pasajes de la narración ponen los pelos de punta.

Recomendable para los que siempre hemos querido partir pero nunca hemos ido tan lejos, ni durante tanto tiempo, como queríamos. Y para los demás, los que todavía no han sentido dentro de ellos esas ganas de partir, está Mountain of Storms. Si después de ver este corto no tenéis ganas de recorrer toda la Panamericana en furgo, es que tenéis mucha suerte. A los demás no nos queda más remedio que seguir soñando...


4 comentarios:

RedFish dijo...

Hacía ya mucho que no sabía nada de Liz. Empecé a seguirla muy asiduamente hace un par de años ya. Muy asiduamente. Demasiado. Tan asiduamente que un día me di cuenta de dos cosas: 1- que me estaba enamorando de esa tía y 2-que se me estaba yendo la pelota y que mis pensamientos pertenecían ya a una fantasía que nada tenía que ver con la realidad.

Corté mi relación con Liz (que era unidireccional, porque nunca tuve narices de ni siquiera mandarle un mensaje de apoyo) y desde entonces mi vida vuelve a ser más fácil.

Y es que lo que hace esta tía es, ni más ni menos, mi sueño. Algún día llegará, pero por el momento prefiero no saber nada de Liz.

Sergi G.

RedFish dijo...

Hacía ya mucho que no sabía nada de Liz. Empecé a seguirla muy asiduamente hace un par de años ya. Muy asiduamente. Demasiado. Tan asiduamente que un día me di cuenta de dos cosas: 1- que me estaba enamorando de esa tía y 2-que se me estaba yendo la pelota y que mis pensamientos pertenecían ya a una fantasía que nada tenía que ver con la realidad.

Corté mi relación con Liz (que era unidireccional, porque nunca tuve narices de ni siquiera mandarle un mensaje de apoyo) y desde entonces mi vida vuelve a ser más fácil.

Y es que lo que hace esta tía es, ni más ni menos, mi sueño. Algún día llegará, pero por el momento prefiero no saber nada de Liz.

Sergi G.

Antuan dijo...

Hacer algo así tiene que ser muy gratificante, pero todos tenemos cosas que nos atan a nuestra tierra y es dificl dejarlo todo y partir hacia lo deconocido, ella lo ha conseguido y la admiro por eso.

Quizá solo haya que tener un poco de valor y echarse al mar (a parte de tener un buen dinero ahorrado para comprarte el barco y sacarte los permisos para navegar), esta chica debe ser de buena familia... (la envidia me corroeeee jajaja)

¡He flipado con los tíos estos que surfean entre esos pilares!

Saludos!
Antuan

Anónimo dijo...

Pa equilibrar, un poco de la sorna que ya desde el título se gasta Paul Theroux en Las islas felices de Oceanía.