lunes, 27 de abril de 2020

¿Cómo afectará el covid19 al surf?



Estos días, a raíz de diferentes noticias que he leído, le he estado dando vueltas al tema del surf como lo conocemos y del futuro que nos espera. Es obvio que nos vamos a mover en unos escenarios variables en función de la incidencia de la pandemia, que no se comportará de la misma manera en diferentes lugares ni en diferentes épocas del año. Así pues, y hasta que no se descubra y se distribuya una vacuna eficaz, estaremos ante unos escenarios inciertos que irán variando en función de múltiples factores (época del año, incidencia de la pandemia en cada zona, etc). A medida que la vacuna se vaya distribuyendo por todo el mundo, empezará una época post-covid que quizá será muy similar a lo que conocíamos hasta hace un par de meses… o quizá los cambios ocurridos durante este periodo de transición comportarán transformaciones más permanentes. Así pues por partes:

Nuestro día a día
Ayer dejaron salir a los niños a la calle por primera vez. En Catalunya (por ejemplo) cada ayuntamiento decide -desde ayer- si se puede ir a la playa o no, y si se puede bañar o no. Así en Barcelona no se podía ni siquiera pisar la arena pero en poblaciones no muy lejanas sí, e incluso bañarse (Badalona por ejemplo). Mañana nos darán más información sobre la práctica deportiva que podremos hacer a partir del sábado. ¿Entrará el surf dentro de las practicas deportivas permitidas? Entiendo que un Ayuntamiento que deja que la gente vaya a hacer deporte o a pasear a la playa, de forma individual o con las personas con las que comparte un mismo techo, no debería oponerse a la práctica de deportes individuales en esa misma playa… siempre y cuando se respeten las distancias mínimas (surf, pero también natación en aguas abiertas, kayak, windsurf, kitesurf, etc…).

Sospecho que las playas de las grandes ciudades seguirán vetadas durante un tiempo ya que en ellas es imposible mantener las distancias de seguridad, pero no me sorprendería que en zonas costeras de baja densidad demográfica y poca incidencia de la pandemia se permitiese… eso sí, únicamente a la gente de la localidad (¿control de acceso al municipio o la playa?).

De todas formas si algo ha quedado claro de momento es que en España impera el café para todos: hay municipios, provincias, comunidades autónomas en las que la incidencia de la pandemia ha sido muy residual pero que han sido sometidas a las mismas restricciones que Madrid o Barcelona por parte de una administración central muy poco dada a regular. Ya sabemos que ante una situación complicada aquí impera la cultura del prohibir antes que regular.

Quiero ser optimista y pensar que la gente que vive en zonas con baja intensidad demográfica podrá surfear en “su” playa en breve (¿la semana que viene?). Y en cambio que los que vivan cerca o en grandes centros urbanos (Zurriola, Uribe Kosta, Orzán, Gijón, etc) lo tengan mucho peor y deban esperar, ya que de momento no se permite el desplazamiento entre dos poblaciones si no es por motivos de trabajo.
  
La competición
Durante 30 años (1983-2013) el surf de competición estuvo gobernado por la A.S.P., en cuyo órgano de decisión se encontraban representados los atletas y la industria del surf. La crisis económica del 2008 y sus consecuencias propiciaron una pérdida de fuelle de la industria del surf, que vio como sus esfuerzos de llevar el deporte al siguiente nivel en cuanto a audiencia (algo muy normal en una lógica capitalista) no eran recompensados. En 2013 un magnate del mundo editorial, Dirk Ziff, creó la empresa Zosea y adquirió los derechos de la ASP sobre el surf profesional. Esta empresa ya no tiene a los competidores ni a la industria del surf dentro de sus órganos de dirección, por lo que sus intereses no tienen porque coincidir con los de estos. Tras varios años de continuar la senda de la ASP, y viendo que el número de espectadores en las retransmisiones de los campeonatos seguía siendo muy bajo, y por lo tanto el nivel de patrocinios también, Zosea (World Surf League es la marca, Zosea es la empresa) sustituyó a su CEO hace pocos meses. Ojo al dato: quitó a una directiva que venía del mundo de la competición y la sustituyó por otro que viene del mundo del ocio y la televisión. Los cambios no han tardado en hacerse notar, y todo indica que Zosea quiere impulsar otras vertientes del surf menos ligadas a la competición: reality shows, concursos de surf casero anti confinamiento, episodios ligados a experiencias que cambiaron la vida a la gente, documentales en canales de pago entorno a las grandes figuras del deporte, etc..

Parece pues como si el mismo órgano que gestiona la competición del surf quisiera dar más importancia a otros aspectos del mismo en detrimento de... ¡la competición! ¿Cómo reaccionarán los competidores? ¿Y la industria? Al fin y al cabo es esta la que paga los sueldos de los competidores y gran parte del coste de los campeonatos. 

Y aquí interviene una variable que nos afectará a todos a corto/medio plazo pero que nadie sabe cuando va a acabar: las restricciones para viajar. En Australia ya dan por descontado que tardarán entre 1 año y 18 meses en poder viajar fuera del país sin restricciones. Es muy posible que estas restricciones poco a poco vayan despareciendo, pero quizá no lo hagan a la vez. En efecto llegará un momento en que para nosotros será posible viajar dentro de Europa pero… ¿ir a Indonesia? ¿Donde por un lado tardarán más en controlar la pandemia y por otro la calidad de la sanidad pública quizá no lo hará aconsejable? ¿O quizá tengan muchos menos casos que nosotros y quieran aislar a la población local?

Imaginemos que las compañías aseguradoras empiecen a excluir ciertos países de sus coberturas debido a la situación de la pandemia en estos. ¿Se atreverá Zosea a organizar campeonatos si no están cubiertos por las compañías aseguradoras? ¿Se atreverán a ir los competidores sabiendo que si enferman ahí o se lesionan, tendrán que pagar de su bolsillo la repatriación o un eventual tratamiento? ¿Aceptarán las administraciones locales de estos países un campeonato en el que venga gente de fuera que quizá contagie a la población local?

Las grandes crisis traen grandes cambios, muchas veces por que no queda más remedio, pero en ocasiones son aprovechadas por los actores para ir en la dirección que les interesa. Esta situación que he descrito arriba quizá solo sea provisional, obligada por las circunstancias durante un año o dos, pero igual para entonces ya será demasiado tarde para volver donde estábamos hace unos meses… simple y llanamente porque ya no interese. Quizá no sea descabellado pensar que podemos volver a un tour estilo años 80, con campeonatos principalmente en Europa, EE.UU. y Australia en playas concurridas de veraneantes -aunque la calidad de la ola no sea muy buena- junto con, por ejemplo, varias pruebas en piscinas de olas. 

¿Se creará un circuito alternativo por parte de algunos competidores que no estarán de acuerdo, como ya ocurrió en los albores del surf de competición en los años 70/80, cuando coexistieron brevemente dos circuitos paralelos? 

¿O quizá a algunos competidores y a la industria este enfoque más “estilo de vida” les favorezca, pues les quita la presión de conseguir resultados y la inversión es menor que la de montar un WCT? 

¿Es quizá la oportunidad soñada de la ISA para dar un golpe encima de la mesa? 

¿Y qué pinta el surf en los JJOO de Tokio del 2021? ¿Si el circuito profesional como lo conocemos pierde fuelle, podría ser que los JJOO y los campeonatos del mundo ISA pasen a ser el máximos exponente de la competición del surf (como ocurre con otros deportes)?

O quizá me equivoco y, tras dos años de semiparón, en el 2022 volvamos a estar donde estábamos en enero del 2020.


La industria y el comercio
Cuando hablamos de industria del surf mezclamos a muchas empresas diferentes. Hay cadenas de tiendas de surf, fábricas de tablas y de trajes que trabajan para muchas marcas, hay medios de comunicación que forman parte de grandes conglomerados de prensa de todo tipo, hay empresas que compiten en el sector de la moda y que cotizan en bolsa, hay ingenierías que desarrollan tecnologías para hacer olas en lagunas, hay instalaciones deportivas para la práctica del surf, etc. Y a su lado hay surfshops de toda la vida, shapers artesanales, escuelas de surf unipersonales, revistas que sobreviven a duras penas, etc.

Yo en cambio prefiero la distinción entre lo imprescindible y lo superfluo. Para surfear necesitamos olas, una tabla, un invento, parafina o grip y un traje de neopreno o un bañador. Todo lo demás es superfluo.

En los últimos años ya hemos visto que una parte del comercio se ha centrado sobretodo en vender aquellos productos verdaderamente fundamentales (trajes, tablas y poco más), donde si bien los márgenes comerciales son inferiores a los de la ropa, no sufren la competencia de los stores de marca, y el producto no pasa de moda tan rápidamente. Es decir venden el material imprescindible para la práctica del surf.

Creo que a corto plazo la industria que sufrirá más el parón es aquella que depende de la deslocalización para abaratar costes productivos y que está obligada a grandes stocks que se vuelven obsoletos con el paso del tiempo. El taller de shape que sea capaz de seguir teniendo suministros de foams, resina, etc, herramientas, etc. seguirá haciendo tablas. La gente seguirá surfeando. Seguiremos surfeando. Quizá no encargaremos tablas para ir a destinos lejanos como antes, o no tan a menudo, pero se continuarán haciendo tablas porque seguiremos yendo al agua. Seguro que algunos se quedarán por el camino (lo mismo pasará con algunas escuelas y algunas tiendas), pero a medio plazo la cosa no cambiará mucho. Por ejemplo, según unos de sus directivos, en Orbea calculan que un 30% de las tiendas de bici de España están en serio peligro de desaparecer por culpa de la pandemia y posterior crisis económica. Esto es debido a que en los últimos años ha habido un boom de la bici y han surgido muchas tiendas de la nada. La situación es bastante diferente en el surf, donde la crisis del 2008 ya hizo una gran purga.

Quizá quien más sufrirá es el comercio donde hay un capital invertido importante si la temporada es muy mala y no tienen fuelle para capear la inminente crisis económica. No descarto que cada vez más compremos directamente al fabricante si desaparece el intermediario (la tienda). Espero que ello no signifique el toque de gracia para las tiendas de surf, parte fundamental de la experiencia de surfear y de nuestro legado. Es muy posible que las cosas se encarezcan si lo que antes se producía en Asia ahora tiene que producirse en Europa, o por que hay que añadir costes de higienización, pero poco más.

Lo mismo con las escuelas: las grandes con muchos empleados y mucho stock de trajes y tablas pueden pasarlo mal. Las más pequeñas seguramente sobrevivirán. Seguramente las restricciones para viajar signifiquen el final de muchas escuelas y camps que trabajan principalmente para el turismo.

Los surftrips
Recientemente leí la entrevista que Nick Carroll (hermano de Tom Carroll, bicampeón del mundo) le hizo al responsable de un surfcamp de Kandui (en las Mentawai, Indonesia). Si queréis leerla entera pinchad AQUÍ. Algunas consideraciones son muy acertadas y pueden trasladarse a otros destinos.

Para empezar tenemos que tener en cuenta que muchos destinos de surf se encuentran en países menos desarrollados que nosotros: Indonesia, Maldivas, Marruecos, Centroamérica, Sudamérica, etc. Estos países se verán mucho más afectados que nosotros por la crisis económica que nos va a azotar. Además seguramente tardarán mucho más tiempo en vacunar a toda la población una vez la vacuna esté disponible, y es posible que nunca lo consigan en algunas zonas remotas. 

Obvia decir que a nadie le gusta viajar por placer a una zona de extrema pobreza y tendremos que tener en cuenta los factores que en muchos casos acarrea esta situación (mayor índice de criminalidad, problemas de higiene, etc). Los surfistas somos especialistas en viajar a zonas muy remotas donde hay graves problemas de salud pública (malaria, dengue, ébola…) y es posible que estos destinos se conviertan en todavía más arriesgados. ¿Lo asumiremos?

Todo eso si es que nuestra póliza de seguros de viaje lo permite.

Y si las autoridades locales permiten el turismo extranjero ante el miedo de que contagiemos a la población local que no ha sido vacunada.

Y siempre y cuando los locales no nos vean como una amenaza por esta misma razón.

Está claro que no es lo mismo ir a Bali (por ejemplo) que a una isla remota delante de las costas Sumatra. En Bali (o Maldivas) la industria turística es muy fuerte, es el motor de la economía y seguramente trabajarán a fondo para conseguir ser un destino “sano” como hasta ahora, pero otros destinos igual ya pasen a ser demasiado arriesgados.

¿Y los billetes de avión? Los principales países “ricos” están inyectando dinero en sus aerolíneas de bandera para que estas no desaparezcan, pero con las restricciones de destinos, la bajada de número de viajeros por turismo debido a la recesión económica y el hecho de que los aviones se verán obligados a reducir su capacidad para mantener la distancia entre pasajeros, es muy probable que durante un tiempo el coste de los billetes se encarezca. Y más si las aerolíneas de bajo coste desaparecen. Un ejemplo: 
En 1950 un ida/vuelta Londres - NY costaba entre 5.000 y 6.000 USD de los de hoy (en función de la temporada).
En 1970 ese mismo vuelo costaba unos 3.200 USD de los de hoy.
Y hasta hace pocos meses se podía encontrar por menos de 500 USD.
¿Seguirán siendo los billetes tan baratos como lo eran en épocas recientes con la previsible disminución de clientes y la posible disminución de la competencia? Ojalá, pero tengo mis dudas.

Así que a corto plazo solo podremos viajar a los destinos que las restricciones nos permitan. Primero seguramente solo dentro de España , después igual solo dentro de la UE. Pero Marruecos en invierno? Bali o Maldivas? Costa Rica o México? Australia? Pueden tardar bastante más. Y ya no digamos ya islas remotas donde el turismo no es una fuente de riqueza suficientemente importante para la población local.

Y hasta aquí mi bola de cristal. Muchas preguntas y pocas respuestas, pero creo que he conseguido dar una visión global de los factores que influyen en lo que nos vamos a encontrar en los próximos meses y quizá años. Sea como sea, volveremos a surfear… tan bien o tan mal como antes.

domingo, 19 de abril de 2020

¿Quiénes son? Fotos de surfistas en Cataluña de los 80 e inicios de los 90

Recientemente he recuperado una serie de viejas diapositivas de surf escaneadas de finales de los 80 y principios de los 90 de la costa catalana. Todas menos dos son mías. Las que no son mías no recuerdo quien me las dejó; sorry. He sido capaz de poner nombre y apellidos a varios de los surfistas pero no a todos. Alguien me ayuda?


Patrick Schinnerling, leyenda de Castelldefels. Junto con Sergio Bartrina y Mayo era de los mejores en el agua por aquella época. Años después no coincidimos los dos en Sudáfrica por muy poco. Buena gente.


Santi Buixons (gracias Marc), también de Castelldefels.



Aitor “Huesos” Zulaica. De Orio pero que residió muchos años en el Raval y con quien surfeé los primeros baños cuando me vine a vivir a Barcelona. Mis primeros surfs en El Masnou y Montgat fueron con él. En aquella época surfeábamos más Monsolís (antiguo Montgat Norte) que no la Caleta. Aquí en El Masnou, con su tabla Essus color rojo, cuando la ola rompía en la punta del mini espigón que ahora está enterrado en la arena y te dejaba justo delante de las rocas de la vía del tren. Cuando había olas, sobretodo izquierdas, Aitor siempre soltaba lo de “Ori, Ori, Ori”. Hasta muchos años después no descubrí a qué se refería. Le he perdido la pista; me dijeron que ahora vive en Galicia. Siempre impermeabilizaba sus escarpines con cinta aislante antes de entrar al agua.

Otra de Aitor, aquí ya cuando se pasó al minimalibú. En un baño muy divertido por Premià.


Ibon Maza, puede ser? De Zarautz; colaborador durante muchos años de la web Alaplaya.com y que pasó un tiempo también en Barcelona. El mismo día en Premià.


Lea Sitjà, también en Premià. Antes de ir a Sídney de donde creo que ha regresado; ahora otra vez en Badalona. Si queréis saber más de él, pinchad AQUÍ. Buena gente también.

Otra de Lea un día “interesante” en la Barceloneta. Aunque no lo parezca, no se cayó. ¡Era como un gato!


Dave Walton, yanki afincado durante muchos años en Sitges, donde incluso tuvo una tienda de surf. Creo que ahora vive en Fuerteventura. Uno de los fijos en Sitges cuando había olas a finales de los 80, principios de los 90 junto con su amigo Tor(¿?).

Raúl ¿?. No recuerdo su apellido. Casi siempre nos los encontrábamos en Montgat (donde fue tomada esta foto). Tenía un Renault 14 de color rojo.


Juani Barranco, mi compañero de aventuras en los inicios del surf en Cambrils, La Pineda, Salou, etc, antes de llevarme la tabla a BCN y empezar a surfear por ahí. ¡Cuántas horas y cuántos kilómetros hicimos juntos! ...como aquél verano entre Suances y Ribadesella con el Seat Panda y la tienda de campaña. Vive en Tenerife desde hace muchos años. Aquí en La Pineda.

jueves, 16 de abril de 2020

Brazil Ep 3 - El Pro



Como mencioné en la primera entrada, la mejor zona en cuanto a olas en la Praia do Amor es la que rompía justo frente del chiringuito de los locales y de donde te dejaban las escaleras. De allí hacia el Sur (la derecha mirando al mar), las olas cada vez eran más orilleras y cerronas, pero también había menos gente y mucho más repartida. Así que acostumbraba a entrar en el pico bueno e intentar que me cuadraran un par antes de que la presión de la gente, y la corriente, me obligara a dejarme llevar hacia esa tierra de nadie del centro de la playa. La verdad es que ahí las olas eran tan buenas o mejores que en el pico principal, y había muchas más derechas, pero tardaban más y el pico se movía mucho. Al final, con el paso de los días, nos íbamos encontrando las mismas caras en ese pico y ya sabíamos de qué palo cojeaba cada uno. 

Por ejemplo uno de los chavales que mejor surfeaba solo cogía izquierdas. Era goofy, y ya le podía venir la mejor derecha del día justo allí donde se encontraba, que él nada de nada. Así que era era fácil situarse siempre a su derecha para dejarle vía libre a las zurdas y poder remar la derecha tranquilo. 

Había un par que lo cogían todo, o al menos lo remaban todo, fuese buena o mala. En ese caso, si me encontraba cerca, siempre dejaba pasar la primera ola de la serie pues sabía que a la segunda no iban a poder darle. Y así poco a poco acababa cogiendo mis olitas… sin darme cuenta de que los demás seguramente también me habían pillado mis puntos débiles y sabían aprovecharse de los mismos, en una entente cordial y muy productiva para todos.

Y luego estaba él. No era el que mejor surfeaba pero destacaba entre los chavales locales por tener un color de piel muy claro y unos rasgos físicos mucho más europeos; quizá por eso asumí que no era local de Pipa. Eso, y que surfeaba distinto. Debía tener unos 20 y tantos y casi siempre acababa en el centro de la playa con nosotros. Tenía un surf muy mecánico; nunca jugaba con la ola sino que siempre la exprimía al máximo, como si estuviese en una manga, y la apuraba hasta la última espuma. De vez en cuando intentaba algún aéreo (que nunca le vi planchar), pero lo suyo era destrozar la ola a giros. A diferencia de los demás estaba muy concentrado todo el rato. No hablaba, y no paraba de remar arriba y debajo buscando una ola buena. De vez en cuando se giraba y hacía gestos hacia alguien en la arena. 

Y es que allí, en la arena, estaba ella, su pareja. Apenas 20 años, bajita y muy rubia con melena larga, con un tatuaje artístico y nada invasivo en la espalda y un bikini exiguo. Con la cámara en la mano se pasaba todo el rato en la orilla grabándole. Al cabo de los días les pude observar con más calma. Llegaban y rápidamente iban cada uno a lo suyo. Él a poner las quillas y encerar la tabla (siempre impoluta, como recién sacada del rack de la tienda), y ella a preparar la cámara. A continuación él se iba al agua y ella se ponía a grabarle cada ola desde la orilla. Intercambiaban señales un par de veces. Al cabo de una hora él salía del agua, se secaba y se largaban. Eran brasileños (les oí hablar una vez al pasar cerca) y seguramente de clase acomodada, al menos eso parecía por la tabla, ropa, etc. Nunca les vimos reír, quizás alguna sonrisa y poco más. Él no parecía pasarlo muy bien en el agua ni ella en la arena. El contraste con los locales del pueblo, para quienes el surf era muy social y un verdadero divertimento, era muy palpable. Pese a que no era un surfista profesional, surfear parecía su trabajo, al menos esos días en que yo le vi. Por eso le bauticé como “el pro”.

Jamie O'Brien viajó este invierno a Baía Formosa a casa de Italo Ferreira. Los paisajes, las olas, la interacción con la gente, los surfistas, etc me recordaron mucho a mi estancia en Pipa, que se encuentra a escasos kilómetros de la localidad natal de Italo.


A tan solo 20 kilómetros de distancia en línea recta al Sur de Pipa -aunque se tarda algo más de 1 hora en coche puesto que hay que dar un largo rodeo por el interior-, se encuentra el pueblo de Baía Formosa. Lugar donde nació, creció y sigue viviendo el actual campeón del mundo de surf, Ítalo Ferreira. Después de compartir varios baños con los locales de Pipa y de observarles desde la orilla, reconozco en ellos la misma actitud seria pero desenfadada en el agua que Ítalo muestra en la vida …excepto durante una manga. A diferencia del “pro” del que he hablado antes, a Ítalo y a los chavales de Pipa se les nota que disfrutan cuando surfean, expresan emociones al surfear la ola de la misma manera que no paran de hablar entre dos series. Es un surf más latino, y también más primitivo en el aspecto en que el surf era considerado un deporte y un divertimento por los polinesios, no una competición. Quizá no sea un surf tan profesional… pero solo cuando no están compitiendo! Pero quizá, a diferencia del “pro” protagonista de esta historia, han logrado alcanzar ese equilibrio perfecto entre el rendimiento máximo y el divertimento.



jueves, 9 de abril de 2020

Brazil Ep 2 - El gigante desconocido



Una de las cosas que más me atraía de este viaje era la posibilidad de conocer de primera mano, aunque solo fuera de forma breve y superficial, ese gigante desconocido. Me refiero a la realidad aplastante que supone el surf brasileño a día de hoy en la escena mundial, muy denostado en medios anglosajones seguramente por haber desbancado a estos países (EE.UU. y Australia) de sus posiciones de liderazgo.En el país del Ordem e Progresso seguramente hay más surfistas que en cualquier otro país del mundo. Ya ha llovido mucho desde que Fabio Gouveia y Flavio Teco Padaratz fueran los primeros pros en el circuito ASP a tiempo completo a principios de los 90, hasta tal punto que 3 surfistas del top5 del 2019 son brasileños, incluido el campeón del mundo. También lo son 3 de los 4 últimos campeones del mundo. Pero por otro lado son múltiples y muy duras las críticas que reciben los surfistas profesionales brasileños en las redes sociales (sobretodo comparado con sus rivales americanos, australianos, etc.), especialmente por parte de internautas anglosajones. 

Así que tenía cierta curiosidad por aprender un poco más sobre el surf en ese gran país, aunque tampoco podía esperar mucho en solo dos semanas en un único lugar y sin nadie que me guiase. Cuáles son sus héroes? Sus referentes? Hasta qué punto los 30 años de dictadura militar (1954-1985) frenaron el desarrollo del surf? O su eclosión internacional más allá de algunas muy meritorias actuaciones individuales en Hawaii como la de Pepe Lopes, finalista del Pipe Masters en 1976? 



Ya hablé en este blog, hace tiempo, de Tito Rosemberg, el gran vagabundo del surf. El brasileño que se encontró a Naughton y Peterson en el Sáhara y los acogió en su Land Rover salvándoles la vida. Por qué su nombre no ha pasado a la posteridad como el de Naughton o Peterson? Y los viajes de Adrian Kojin, periodista y fotógrafo, que en los años 90 recorrió toda Sudamérica en moto con su tabla? Por qué han pasado desapercibidos fuera de Brasil?




En 1964 el australiano Peter Troy, cofundador del campeonato de Bells Beach, durante su periplo alrededor del mundo vio una tabla de surf en la arena de Copacabana y entró al agua con ella. Al día siguiente apareció en todos los periódicos del país, e incluso tuvo el honor de ser presentado al jefe de estado. Qué ha pasado en ese inmenso país desde ese lejano día hasta la victoria de Fabio Gouveia (padre del actual pro Ian Gouveia) en el campeonato del mundo amateur de 1988, que significó el desembarco de los brasileños en el surf moderno?

Desde luego que no tengo las respuestas, pero es sin lugar a dudas chocante lo ignorantes que somos respecto de cualquier cultura surfística que no sea la propia o, sobretodo, la que hemos mamado toda la vida “made in California”. El último campeón del mundo de surf californiano fue Tom Curren en 1990; las tablas y los shapers australianos, europeos, brasileños o sudafricanos están al mismo nivel que las marcas hegemónicas californianas; si hiciéramos una lista de las 10, o incluso de las 20 mejores olas del mundo probablemente no habría ninguna de California; hace años que no se celebra ningún campeonato profesional de la primera división del surf mundial en aguas costeras californianas… pero en cambio la mayoría somos capaces de reconocer el pier de Huntington Beach o un line-up de Malibú. Pero cuantos spots brasileños sabemos ubicar en el mapa?





Como acabo de decir no tengo las respuestas a todas esas preguntas. Pero la sensación que me llevo de mi dos semanitas surfeando en una minúscula porción de la costa brasileña, una muestra a todas luces demasiado insignificante, es que Brasil llegó para quedarse y que solo estamos viendo la punta del iceberg. Quizá Brasil no tenga olas tan buenas como Australia, Indonesia, Sudáfrica o Canarias… pero su población es muy joven, gran parte de la costa es tropical, por lo que se puede surfear en bañador todo el año, y casi siempre hay olitas. El agua caliente durante todo el año ha demostrado ser un factor determinante para que el nivel medio sea muy alto, pues permite que ya desde muy jóvenes los chavales puedan surfear cada día de al año. Y eso se traduce en la presencia de surfistas en la élite mundial.

Espero volver algún día a Brasil, y concretamente a Pipa, y espero que la próxima vez me pueda sentar un buen rato con Tito Rosemberg, que solo a mi regreso descubrí que ahora vive allí, y que me ayude a entender un poco mejor ese gigante tan desconocido.

martes, 7 de abril de 2020

Brazil Ep 1 – A barraca do Amor



Brazil (sic) es el título de una de las mejores películas de Terry Gillian, inspirada en 1984 de George Orwell. Se trata de un canto a la lucha por la imaginación y la libertad de pensamiento. He pensado que era el título ideal para esta serie de breves pinceladas de mi viaje a Brasil en estos tiempos de confinamiento. 

Justo en estas fechas, a caballo entre Marzo y Abril, hace ahora un año andaba yo por Brasil, por primera vez en mi vida, en un viaje familiar y sin tablas. Resulta que mi hermana y mi cuñado tienen una casita en Pipa, a hora y media en coche de Natal, en el estado de Rio Grande do Norte, y llevaban muchos años (15?) insistiendo en que fuera a pasar unos días allí; con o sin ellos. Al final cuadraron vacaciones y me fui a Pipa un par de semanas acompañado de mi hermana y de la morena.

Antes de partir estuve valorando si llevarme o no una tabla de surf. Al final decidí dejarlas en casa pues estaba seguro de que allí donde fuera, a pesar de que Pipa es más un destino de kite que de surf, encontraría algo para alquilar. Y así fue. Los que me salvaron fueron los dos chavales que regentaban el puesto de socorrismo, alquiler y escuela de surf (sí, todo en uno) de Praia do Amor. Los garotos da barraca da Praia do Amor.

El primer día de nuestra estancia mi hermana nos llevó a Praia do Amor, y a la morena y a mí nos encantó, especialmente la visión que se tiene de la misma desde arriba del acantilado, justo al salir del bosquecito donde puedes dejar el coche si llegas pronto, y antes de empezar a bajar los escalones que te conducen a la arena. Praia do Amor no es la playa principal de Pipa, ni la más concurrida pero, en mi opinión, sí la más hermosa. Se encuentra justo detrás del cabo que acoge el núcleo urbano de Pipa, y durante las dos semanas que estuve allí parecía recibir bastante más oleaje que las otras playas que visité.




Y allí abajo, ya en la arena y un poco a la izquierda de donde te dejan los escalones, convenientemente separado de la línea de chiringuitos y hamacas (que solo ocupan la parte septentrional de la playa) se encuentra la barraca de los locales de la Pipa. Esta no deja de ser un techo sobre cuatro troncos, sin paredes y relleno a partes iguales de viejas tablas de surf para alquilar o dar clase y la ropa y demás enseres que los locales dejan cuando van al agua. Siempre que fuimos a Praia do Amor alquilé allí una tabla, no siempre la misma y casi siempre muy echa polvo, hasta tal punto que solo vernos llegar a la playa uno de los dos garotos que regentaba el puesto ya venía a proponerme la tabla que había surfeado la última vez. Por supuesto siempre acepté, ¿qué otra cosa iba a hacer cuando había olas simpáticas, un sol de justicia y no me esperaban en ningún lugar?... así que acabé pasando muchas horas en esa playa, tanto en el agua como fuera.




Antes de explayarme sobre los dos chavales que regentaban la barraca do amor, verdaderos protagonistas de esta historia, permitidme unas breves líneas sobre el surf en la playa del mismo nombre. En las dos semanas que estuve en Pipa fui a Praia do Amor un buen puñado de días. A veces a pasar el día entero y otras solo unas horas. Nunca lo vi sin olas pero tampoco lo vi nunca perfecto. Las mejores olas rompían en el centro e izquierda de la playa, más o menos donde la barraca de los locales, y generalmente rompía mucho mejor de izquierdas y con la marea alta. Las olas eran rápidas, orilleras, sobre fondo de arena y la corriente tenía tendencia a desplazarme hacia el sur. También salía alguna derecha, pero pocas e iban todavía más rápidas. El mar nunca estuvo muy limpio y el viento solo molestaba por la tarde. Solo un día estuvo muy justo para surfear pero tampoco lo vi con olas de más de 1m. Los chavales locales solían acercarse a surfear por la tarde, y la verdad es que se hacía difícil coger una ola en el pico principal a esa hora. Había muchos chavalines que andaban de lujo y la orientación de la brisa de la tarde era perfecta para hacerse aéreos en las izquierdas. Lo ideal pues era cuando la marea alta coincidía por la mañana, pues rompía mejor, sin viento… y con mucha menos gente. Dicho esto no vi ningún mal rollo, varios niños compartían una misma tabla y cuando dos locales se saltaban una ola o intentaban un maniobrón todos los demás reían o aplaudían. Un surf muy social, como el que todos los que llevamos mucho años parafa en mano recordamos con nostalgia. Quizá esta estampa no coincide con esa imagen de paraíso surfístico que todos anhelamos tras ver tantos vídeos y fotos de tubos de ensueño sobre agua cristalina y olas que rompen como cremalleras, pero tuve buenos baños, en un entorno muy bello, en un agua muy caliente y relativa calma. Y desde luego con mucho mejores olas que las que esperaba encontrarme antes de salir de casa.




Pero todo esto a los protagonistas de nuestra historia les importaba bien poco. Ellos ya habían surfeado muchas veces esas olas, ya habían alquilado muchas tablas a surfistas de paso como un servidor y habían visto muchos aéreos de los chavales (y no tan chavales) del pueblo. Ellos eran los dignos herederos de los beach boys de Waikiki, buscaban una presa más grande y jugosa, su particular Moby Dick: la turista anglosajona, preferentemente mochilera y que viaja sola o con una amiga. Y así es como un día, cómodamente instalado en la tumbona a la sombra, con la morena a mi lado y la tabla al otro, un coco en la mano y una novela barata en mi regazo, pude observarles en acción.

Nuestros dos garotos -piel cobriza cubierta de tatuajes, pelo largo rizado quemado por el sol, extremadamente delgados y con una eterna sonrisa en la cara- vieron llegar de lejos a las dos chicas canadienses y a su sombra. Entre los tres no sumaban 75 años. Ellas con algunos kilos de más (o de menos, todo depende de los gustos de cada uno y del objetivo de quien los lleve encima), largas melenas convertidas en un amasijo de trenzas, piel blanquecina enfundada en sendos conjuntos de playa con adornos tribales/tropicales y sandalias de río Teva en los pies. Risueñas y con ganas de juerga. Él, por su estampa deduzco que hijo de un leñador canadiense de origen noruego, gran devorador de hamburguesas y demás comida basura, enfundado en otro conjunto de moda playera tropical, las seguía un par de pasos por detrás, como un poco a su pesar y no sin despertar cierta lástima. Tardaron poco los garotos da barraca do Amor en convencer a nuestros tres turistas de la idoneidad de tener su primera experiencia encima de una tabla de surf… allí y en aquél momento. Rápidamente equipados con sendas lycras, dos minimalibús y un tablón/portaaviones, tras las selfies de rigor -ô tempora, ô mores!- las dos chicas se fueron al agua acompañados por nuestros dos garotos. Mientras, y durante las dos horas que duró la clase de surf, el amable bonachón quedaba solo expuesto a la furia y los embates del oleaje, haciendo múltiples trayectos por la orilla desde donde la corriente le había arrastrado y sin haber logrado ni siquiera coger una espuma tumbado.




Qué ocurrió en el agua entre sus dos amigas y los dos garotos? Nunca lo sabremos, porque lo que pasa en el agua se queda en el agua, pero lo cierto es que en noches sucesivas me lo encontré vagando solo por las calles de Pipa, siempre enfundado en su conjunto veraniego tropical, arriba y abajo la preciosa calle principal del pueblo... mientras que sus dos acompañantes pasaron a formar parte, al menos durante unos días, del mobiliario humano de la barraca do amor.



- “Y la iguana de la foto?” 
- "Nada, amor, una iguana que se paseaba por ahí y le hice una foto." 
- "Por la Praia do Amor? No la vi." 
- "No, en otra playa…" 
- "Y entonces… por que has puesto esta foto aquí?" 
- "Esto… esto es otra historia, morena."

domingo, 5 de abril de 2020

Silenciando un pasado incómodo – Sea of Darkness

El 13 de junio 2010 en el Teatro Principal de Donosti unos pocos centenares de personas tuvimos la suerte de poder ver uno de los mejores documentales de surf que se han hecho en el marco del Surfilm Festibal: Sea of Darkness, de Michael Oblowitz. Sea of Darkness cuenta la historia del descubrimiento de la ola de G-Land (Java, Indonesia), de los inicios del surf camp y de esas primeras exploraciones de surf por el archipiélago indonesio a partir del momento en que Bali ya aparecía en todos los mapas. Y, como no, también habla de cómo esos surfistas exploradores, principalmente americanos y australianos, conseguían financiar ese modo de vida alternativo que les permitía pasar tantos meses buscando olas… que no era de otra forma que traficando con droga. 


Obviamente no se acusa directamente a nadie excepto a surfistas que ya no se encuentran entre nosotros o que han cumplido la pena, pero a lo largo de la cinta no deja de planear la sensación de que algunas (muchas?) personas que a día de hoy ostentan cargos como directivos, fundadores o embajadores de las marcas más famosas de la industria del surf mundial también podrían haber estado haciendo lo mismo en aquellos años. Al final Rip Curl, Quiksilver y Billabong (por citar a las principales que han sobrevivido hasta nuestros días, pero por el camino se quedaron otras como Gotcha, Instinct, Lightning Bolt, OP, Platts, Rusty, Victory, Peak, etc) son marcas que fueron creadas en aquella época por surfistas australianos que, como tantos otros, pasaron muchos años viajando por el mundo buscando olas.     


Este documental, que ganó muchísimos premios en todos los festivales de surf en los que fue presentado, no tuvo más recorrido pues Martin Daly, una de las personas mencionadas en el mismo y a la sazón propietario y capitán del famoso Indies Trader, compró los derechos del mismo para impedir que llegara al circuito comercial. De eso hace ya unos años y, a pesar de que Martin Daly ha asegurado en varias ocasiones que está trabajando para obtener las autorizaciones de todos los implicados para poder distribuir el documental, aunque sospecho que igual será una versión más suave del mismo para no herir suspicacias, la verdad es a día de hoy sigue fuera del circuito y no se puede comprar. Y es que como él mismo admite AQUÍ, la industria del surf le ha estado ayudando durante muchos años y le sabe muy mal que esta historia pueda salpicar a algunas personas. Más claro, agua.   


Pero hay una copia (presumo que pirata) colgada en Vimeo. Por desgracia la calidad no es muy buena y no está traducida ni con subtítulos, pero si os manejáis con el inglés… Si queréis verla podéis hacerlo en este canal de Vimeo pinchando AQUÍ. Ahí lo dejo.  


Se admiten sugerencias sobre qué surfistas conocidos y famosos a día de hoy creéis que han insistido para que la cinta siga fuera de la circulación. Yo ya tengo una pequeña lista. Y vosotros?

viernes, 3 de abril de 2020

Dora Would Go - Lo nunca visto en 90 años...

Desde que Tom Blake y Sam Reid empezaran a surfear de forma regular Malibu a finales de los años 20, es muy probable que no haya habido ni un solo día con las condiciones de este vídeo y sin nadie en el agua. Una prueba más de los tiempos tan excepcionales que estamos viviendo.

Dora Would GO!