Una de las pocas verdades irrefutables del surf, ajena a
cualquier subjetivismo, es que su origen se encuentra en el Pacífico sur y es
muy anterior a la llegada del hombre blanco. Como muchas otras civilizaciones
antiguas los polinesios tenían sus costumbres y tradiciones, y una de ellas era
el o’tea, un baile practicado exclusivamente por los hombres y en el cual
imitaban diferentes movimientos de su actividad diaria (cazar, pescar, remar,
etc). Si el catálogo de movimientos del o’tea se actualiza y en el mismo entra
el surf, creo que esta foto congela un momento increíblemente bello y plástico
digno de cualquier ballet, y que debería formar parte del repertorio de los
bailadores de o’tea.
El surfista de la foto no es otro que Michel Bourez, el
único tahitiano que actualmente compite en el WCT, durante el reciente
campeonato de Margaret River que ganó. Michel es famoso por su cuerpo (“el
espartano” le llaman), pero entre los medios franceses de surf tiene la
reputación de siempre querer hacer demasiado, con un surf todo en potencia y un
tanto forzado, que no siempre se encuentra correspondido por la ola que está
surfeando. Por algo sus victorias más brillantes, exceptuando la de Margaret
Rivet, se habían dado en Hawai (el WQS Prime de Hailewa en dos ocasiones, y
finalista el año pasado en Keramas).
Es curioso porque cuando oigo a los medios franceses hablar
así del surf de Michel, me vienen a la memoria las críticas que el otro gran
surfista polinesio recibió durante muchos años por parte de la prensa
anglosajona. Me refiero al único e inimitable Vetea ‘Poto’ David. Poto fue
campeón del mundo júnior amateur –venciendo a Nicky Wood y a Kelly Slater en la
final- antes de competir en el World Tour a principios de los 90. Sus mejores
resultados siempre fueron en Hawai (especialmente en Pipeline), pero fue muy
conocido por su estilo único e inimitable así como por sus tablas; comparables
en ancho y grosor únicamente a las de Gary Elkerton. Su estilo (piernas muy
separadas, cabeza alta, espalda recta y pecho hinchado) quizá no era el más
atractivo visualmente, especialmente de backside en olas pequeñas, pero tenía
la ventaja de ser muy expresivo y fácilmente reconocible. Eso no impidió que
los medios australianos de surf fueran muy duros con él por ese estilo y por
sus “barcos”, pero ya se sabe que el mundo del surf es excesivamente
encorsetado y que los medios de comunicación toleran muy mal las individualidades,
especialmente en Australia (véase sino el caso de Cheyne Horan). Una vez
retirado del tour Poto regresó a Tahití donde se dedica a coger tubazos en
Teahupo’o en SUP y trabaja, creo, de bombero.
Michel, cuyo estilo es mucho más agradable visualmente que
el de Poto, ha heredado la misma potencia que éste y la ha adaptado a los cánones
occidentales, sin por ello dejar de tener una personalidad muy fuerte que le
hace fácilmente reconocible. Su carrera como surfista se encuentra en su mejor momento,
y esperamos que siga inspirando a
todos los bailadores de o’tea con su plasticidad.